miércoles, 2 de julio de 2014

La casi venganza de los Zorros


Por Lemay Padrón Oliveros

El Mariscal Erwin Rommel debe haberse removido en su tumba este lunes cuando los tanques de sus Afrika Korps casi son torpedeados por los Zorros del Desierto argelinos en una desigual batalla desde casi todos los puntos de vista.
El asedio de la armada teutona fue constante, pero, cual guerra de guerrillas, de vez en cuando Argelia lanzaba balonazos buscando, y alcanzado, las espaldas de los muy altos pero lentos zagueros alemanes, y salvaba la retaguardia Manuel Neuer, reconvertido en último hombre y remache para apuntalar cualquier brecha saliendo a jugar con los pies.
Como era de esperar, el mayor dominio fue de quienes poseían mayor poder de fuego, pero las escaramuzas a veces deciden las grandes batallas, y con una mayor puntería de sus francotiradores, el ejército verde pudo haber salido airoso.
En las postrimerías el físico le jugó una mala pasada a las huestes africanas, que en esta reedición de la II Guerra Mundial cambió la arena por el pasto, y la permuta no les salió buena.
Motivación les sobraba a los norafricanos, por haber hecho historia ya y porque tenían una espina clavada desde hace más de tres décadas, cuando Alemania les vetó el paso a los octavos de final con un oprobioso acuerdo con Austria que puso punto final a los arreglos de partidos en las últimas fechas de grupo, porque de ahí en adelante se disputaron siempre a la misma hora, en todo tipo de competencias con este formato.
Lavar esa afrenta era el tatuaje que lucían en su frente los argelinos, guiados por un Feghouli al cual no le importó para nada salir al campo vendado por una herida sufrida en una batalla anterior.
Espoleados por todo lo que les ofrecía la historia, esta vez los africanos no necesitaron un Montgomery traído del norte industrial para sembrar la desconfianza en sus rivales, aunque no hayan completado la tarea.
De cualquier manera, el Porto Alegre de 2014 no fue como el África de 1941 para los tanques alemanes. Volvieron a ganar la batalla, pero sufrieron en demasía, y dejaron demasiadas dudas de cara a su próximo escollo, la más convincente Francia. A lo mejor los galos tienen que agradecerle a su excolonia el desgaste con que llegarán las hordas germánicas.

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