domingo, 6 de octubre de 2013

Traspasos, muy bien; ¿y cómo quedo yo?

Por Lemay Padrón Oliveros 

Durante muchos años moverse de una provincia a otra para jugar béisbol era una auténtica Odisea. Quien intentara hacerlo debía contar con muchísima suerte, o esperar dos años para poder jugar en otro territorio. Los menos, recibían permiso de sus equipos de origen, y se incorporaban con más premura. 
Así se vieron casos de peloteros que engrosaron las nóminas de la Isla de la Juventud, Industriales y Las Tunas, entre los casos más significativos, junto a algunos otros (escasos) en casi todas las nóminas. 
La llegada de los hermanos Gourriel a Industriales parece haber levantado la veda, pues para la próxima campaña ya se habla de unos cuantos casos de permutas: Dainier Moreira y Joan Carlos Pedroso a Matanzas, Yoandy Fernández a Villa Clara, Jorge Luis Barcelán a Mayabeque, por solamente mencionar los más conocidos. 
A diferencia de años anteriores, en los primeros casos no se trata de peloteros que no jueguen en sus provincias, sino que simplemente deciden cambiar de equipo por cuestiones familiares, o al menos así lo han hecho público. Las Tunas e Industriales no levantarán la voz por Pedroso y Barcelán, ¿pero puedo decir lo mismo de Guantánamo y Holguín
Se trata de un tema delicado, porque involucra la libertad de cada persona de elegir dónde trabajar y vivir, pero a la vez puede crear grandes diferencias por el atractivo que pueda ofrecer cada plaza. Moverse de un territorio a otro debe estar debidamente fundamentado, pero no prohibido, y ser parejo para todo el mundo. 
A este paso se puede eliminar también la territorialidad, porque si al final el equipo tal no va a estar representado por jugadores de esa provincia, no tiene sentido que se llame así. 
Si se critica el robo de talentos a nivel internacional, cómo no criticarlo ahora, cuando un pelotero se forma allá, y va a brillar a acullá, sin mediar compensación de ningún tipo. Hay que ver cuánto cuesta formar a un atleta de alto rendimiento para saber cómo se sufre cuando se pierde. No podemos ser hipócritas y aceptar en casa así como así lo que no toleramos de la casa para fuera. 
No se puede quedar bien con todo el mundo, pero en lo personal abogaría por una especie de compensación cuando suceda esto, porque como mismo no se le puede negar al jugador su deseo de superarse, tampoco se puede echar en saco roto el esfuerzo de sus formadores, siempre que estos no hayan descartado al hombre en cuestión. ¿Cómo resolver esta compensación? Hay que poner las neuronas a trabajar.

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