lunes, 9 de septiembre de 2013

Nyad, al premio a la perseverancia

Por Lemay Padrón Oliveros 

35 años pasaron desde que por primera vez Diana Nyad intentó unir La Habana y Cayo Hueso a nado, sin jaula protectora para tiburones. 35 años de frustraciones, de chocar con miles de piedras, de sentir la rabia y la impotencia de que la naturaleza le escamoteara una hazaña que ella sabía totalmente posible.
Cuando acaba de cumplir 64 años lo logró, como para demostrar que nunca fue ella el problema, y cuando este 2 de septiembre tocó tierra en playa Smathers, Cayo Hueso, luego de casi 53 horas de solitario nado en el estrecho de la Florida, ganó la humanidad toda.
Su mensaje tras el arribo no puede ser más explícito y conciso: nunca debes darte por vencido, nunca eres demasiado viejo para perseguir tus sueños y nunca es un deporte solitario; es un equipo.
Premisas como estas las hemos escuchado otras veces, pero dichas por alguien que acaba de lograr el sueño de muchos nadadores por décadas, siendo la más veterana de todas, realza su valor.
Cinco veces tuvo que lanzarse desde La Habana, pero siempre salió convencida de sus propias fuerzas, y solamente el mal tiempo o las medusas se le podían interponer. Ahora contó con el beneplácito de Madre natura, aunque sin olvidar marejadas y vientos fuertes, y se ayudó de una mascarilla y un traje especial para soportar los embates de las incómodas gelatinas marinas venenosas, que anualmente provocan más muertes que los temidos tiburones.
La hazaña, otro gesto para unir a los dos países, distanciados políticamente, marcó el fin de su carrera acuática en aguas abiertas, así de desgastante fue el intento, tanto en lo físico como en lo sicológico.
Hace unas horas contó que lloró, tuvo alucinaciones con el Taj Mahal y hasta pensó que no le reconocerían el récord porque se veía caminando sobre tierra firme en vez de en medio de aguas profundas, pero se estimuló cuando le hablaron de la posibilidad de llegar a la playa en pleno día, sin la molesta máscara en su cara, porque mujer al fin, es presumida.
El Everest de los océanos, como ella misma lo catalogó, al final cedió ante la resistencia de sus brazos, pero sobre todo ante su voluntad de hierro.

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