miércoles, 24 de julio de 2013

El regreso de Ortega

Por Lemay Padrón Oliveros 

Hace unas horas me regodeaba con un buen resultado deportivo, y hoy reconozco que me siento mucho más feliz, aunque en este caso no se trate de una medalla de metal, sino de una moral, a veces tan o más importante, aunque algunos quieran verlo como puro teque.
El levantamiento de la sanción al vallista Orlando Ortega es una decisión valiente de quienes la tomaron y muestra de que no todo es palos cuando de indisciplinas se trata. Pero vayamos un poco atrás.
Hace un poco más de un mes, Ortega tenía previsto competir en el mitin de Moscú, el día 11 de junio, porque el propósito inicial, el de Turín, tres días antes, no había podido concretarse a falta de la confirmación de los organizadores.
Tanto Ortega como su entrenador habían realizado la solicitud oficial, y a las oficinas de la Federación cubana no había llegado la confirmación; por eso, y para no perder el calendario previsto de competencias y entrenamientos del atleta con vistas al Mundial de Moscú, se decidió que entonces compitiera en la reunión moscovita.
Sin embargo, atleta y entrenador se negaron a viajar a la capital rusa, alegando que si no era en Turín no correría en ningún otro sitio. Horas antes del certamen italiano llegó la confirmación de los organizadores, pero ya se había decidido participar en la otra lid.
Según el Comisionado Nacional de la disciplina, Jorge Luis Sánchez, se habló con ambos para hacerles desistir de la idea, alegando que una ausencia implica, además de la pérdida económica en boletos, una sanción de la Federación Internacional, consistente en una multa y el veto a las próximas dos citas atléticas, por faltar al compromiso con los fanáticos locales.
Al mantenerse en la negativa, ambos fueron sancionados, el entrenador con separación definitiva de la Federación, y el atleta con seis meses fuera de la preselección nacional, y por ende del Mundial.
No obstante, y aquí viene lo más importante, los directivos del atletismo valoraron la actitud positiva asumida desde entonces por el atleta, en definitiva un alumno de su preparador, al que le debía obediencia, no ciega, pero obediencia al fin.
Al observar la buena reacción de Ortega, ha sido reincorporado a la preselección nacional, y con eso me parece que se le envía un mensaje a todos los deportistas cubanos, en particular a aquellos que por circunstancias de cualquier tipo se han sentido menospreciados o subvalorados. Rectificar es de sabios, y pocas veces como ahora viene como anillo al dedo, tanto para unos como para otros.

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