viernes, 21 de diciembre de 2012

Directores de relleno


Por Lemay Padrón Oliveros

Uno de los males que afecta al béisbol cubano es la poca duración de los directores de equipo en esa responsabilidad. Se trata de la persona encargada de realizar toda la estrategia de un plantel, supuestamente a largo plazo, y si piensa así, los resultados no es lógico que aparezcan de la noche a la mañana.
Un manager comprometido con el futuro de una nómina pensará en desarrollar los talentos jóvenes sin despreciar a los veteranos, y organizará su cuerpo de lanzadores de la manera más eficiente posible, léase especializando a sus efectivos.
Pero la realidad es otra en el béisbol cubano: a los directores se les exigen resultados en casi todas las provincias, salvo muy contadas excepciones, y en muchos casos pierden su puesto pese a avanzar incluso a la postemporada.
Sin ir muy lejos, hace dos años le sucedió al guantanamero Agustín Lescaille pese a colocar a sus pupilos en los play offs. Allí dirigió bastante mal, eso es una realidad, pero no puede echar por tierra el trabajo de toda la campaña.
No me canso de poner el ejemplo de Roger Machado, el actual campeón de la pelota cubana. En sus primeras Series, e incluso cuando fue puesto al frente del equipo Cuba, dejaba mucho que desear, pero ha ido ganando en experiencia y ahora lo hace mucho mejor. El propio Lázaro Vargas no estuvo a mi juicio muy acertado en la pasada postemporada, pero no se puede olvidar lo hecho durante los 90 desafíos previos, con una nómina incapaz de sobrevivir a la primera vuelta en la campaña previa.
Por eso insisto, un director técnico debe mantenerse en su puesto al menos tres años, salvo que sea desastrosa su actuación o su relación con los peloteros o la afición. Solamente pensando a largo plazo un entrenador puede sacar el máximo a su nómina, lo otro es obra de la casualidad, porque si existe el peligro de ser sacado del puesto de mando entonces se hará uso y abuso del mejor pitcher.
A veces las cosas se hacen técnicamente bien y salen mal, eso también debe valorarse a la hora de decidir la permanencia o no de alguien al frente de un plantel.
Las estadísticas están ahí y no mienten. En Grandes Ligas existen 30 equipos y el promedio de despidos en el alto mando, que eso son en esa pelota, es un promedio de cinco por temporada, y en Cuba en los últimos ocho años el promedio es seis, con la mitad de esos conjuntos.
Es sencillamente inconcebible que un deporte en el cual manda el dinero haya entendido que nadie es mago para saca conejos de la chistera así como así, y aquí, donde el objetivo es darle alegría al pueblo, se exija mucho más.
Estamos claros, las presiones sobre un DT en Cuba no son pocas, y la mayoría no vienen de gente precisamente vinculada al béisbol, pero la Federación nacional no puede cruzarse de brazos viendo que el trabajo de un colectivo técnico se va a bolina en un territorio.

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