viernes, 17 de agosto de 2012

Robeisy, el orgullo de Rogge

Por  Lemay Padrón Oliveros 

Es probable que el belga Jacques Rogge no haya reparado en eso, pero el boxeador cubano Robeisy Ramírez le ha dado el mejor espaldarazo posible a uno de sus sueños más caros: Los Juegos Olímpicos de la Juventud.
 Con apenas una edición realizada, el titular del Comité Olímpico Internacional (COI) está muy optimista con lo logrado en Singapur hace dos años, pero ahora tiene más motivos que nunca, porque ya al menos un campeón de esa lid refrendó la corona entre los mayores.
No he hecho una búsqueda a fondo en todos los deportes, pero en lo revisado, hasta ahora solamente el caribeño ha podido festejar en las dos Olimpiadas que ha visto en su vida. Incluso si no fuese el único, eso no le resta mérito alguno: lo hecho en Londres se ubica entre las grandes actuaciones de los deportistas cubanos.
Con apenas 18 años, el chico de la Ciudad Nuclear se mostró de verdad “atómico” en la justa londinense, donde no creyó en el aval de los oponentes y a cada uno le impuso su ritmo y lo doblegó.
Al contrario de otros pugilistas que equivocaron el plan sobre el encerado de la Arena ExCel, Robeisy fue todo el tiempo agresivo y jamás se conformó con ventaja alguna, por amplia que fuera.
Siempre se ha dicho que el ataque es la mejor defensa, y este es un caso perfecto para ilustrarlo. A veces es peligroso arriesgar en el boxeo porque con un golpe puedes perderlo todo (recordar a Alfredo Duvergel en Atlanta-1996), pero nadie gana hasta tanto el árbitro le levante el brazo, y unos cuantos vieron esa imagen antes de que ocurriera.
Eso agiganta aún más la actuación de este inexperto muchacho, que llegó a Londres-2012 con un palmarés bastante flojo entre mayores: solamente el cetro de los Panamericanos de Guadalajara-2011. Prácticamente de la nada saltó con garrocha hacia lo más alto en el deporte, y si el sol no lo encandila tiene en sus manos la posibilidad de convertirse en una verdadera leyenda.
De momento le hizo un gran favor a Rogge, aunque todavía el médico belga quizás no lo sepa.

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