viernes, 1 de julio de 2011

Fortún, el primer héroe cubano en Panamericanos

Por Lemay Padrón Oliveros

Cuando se dice el nombre de Rafael Fortún a la mente de todos llega su momento cumbre, aquel de marzo de 1951, cuando se celebraban los I Juegos Panamericanos de Buenos Aires y él conquistó las medallas de oro en las pruebas de 100 y 200 metros planos.
Entonces, el velocista de la oriental provincia cubana de Camagüey, se convertía en el primer doble titular continental de la Antilla mayor, condición que mantuvo en exclusiva hasta bien entrada la década de los 70.
Pero en esta ocasión aprovecharemos para refrescar otro hecho interesante, y que sí lo hace totalmente exclusivo, pues se mantiene como el único velocista capaz de ganar la prueba de los 100 metros planos en tres Juegos Centroamericanos y del Caribe: Barranquilla-1946, Guatemala-1950 y México-1954. Casualmente la hazaña también fue concretada en marzo, sin dudas el mes de la suerte para el bólido cubano.
En 1946 obtuvo las preseas doradas en los 100 (10 segundos y cuatro décimas) y 200 metros lisos (21.6) y la de plata en el relevo 4x100 (43.1). En la primera prueba superó al jamaicano Herbert McKinley (10.7), en la segunda al panameño Lloyd La Beach (21.7) y al propio McKinley (21.7), y en la posta -junto a Jesús Farrés, Pedro Castillo y Eligio Barbería- sólo entraron detrás de los panameños.
En la lid regional celebrada en la ciudad de Guatemala en 1950, igualmente repite su actuación en el hectómetro (10.3), aunque en esta ocasión es segundo en 200 (21.2) y primero en la posta (41.5). Detrás de él en la primera competencia entraron McKinley (10.4) y La Beach (10.5), y el de Jamaica, ganador también de los 400, lo superó en el medio óvalo con registro de 20.9. En tanto, la cuarteta completada por Farrés, Raúl Mazorra y Dioscórides Wilson adelantó tanto a la jamaicana como a la panameña.
El 4 de marzo de 1954, hizo 10 segundos y cinco décimas a los 34 años, edad a la que muchos especialistas de la velocidad dicen adiós a las lides del músculo. Además, entró segundo como integrante de la cuarteta cubana. Para esta ocasión su escolta en la modalidad más rápida fue el jamaicano Leslie Lang (10.6), ganador también de los 200 y líder de la posta triunfante, por delante de Fortún, Israel Mestre, Mazorra y Manuel Peñalver.
Que conste que el nivel de sus contrarios era elevado, pues entre sus víctimas más renombradas se encontraba el jamaicano McKinley, subcampeón olímpico en la vuelta al óvalo de Londres-1948 y en el hectómetro en Helsinki-1952, y La Beach, medallista de bronce en la prueba reina de la cita londinense.
Durante su vida sufrió la pobreza en carne propia, pues sólo gracias a la realización de rifas y colectas públicas pudo competir en Juegos Olímpicos, aunque sus resultados en Londres-1948 y Helsinki-1952 quedaron lejos de su real calidad en esa época.
Tratando de ser absolutamente certeros, no entró a la final de la prueba reina porque entonces existían pocas carrileras y él ocupó la séptima posición, pero comenzó a despejar el camino que seguirían más tarde Enrique Figuerola, Pablo Montes y Silvio Leonard, hasta que la especialidad cayó en una total anemia en los últimos 20 años.

RAPIDA MIRADA A LA VIDA DE RAFAEL FORTUN

Nació el 5 de agosto de 1919, y por su extracción humilde desde muy joven debió estudiar y trabajar a la vez, en su caso laboraba en una imprenta y adquiría conocimientos en el Instituto de Segunda Enseñanza de su ciudad natal.
Se inició en competencias deportivas en los primeros años de la década de 1930, cuando jugaba béisbol y exhibió dotes de buen fildeador, y por supuesto, también corría las bases como un rayo, pero en alguna ocasión confesó que su verdadero amor era el salto alto.
Sus condiciones para practicar carreras de velocidad y el salto de longitud le permitieron ser captado para perfeccionar sus virtudes naturales, y eso le hizo un poco más llevadera la vida, aunque no podemos olvidar que tras coronarse en Buenos Aires fue despedido por ausentarse del trabajo durante esos días. Contrastes de entonces.
Contrariado por el suceso tomó la decisión de irse a vivir a San Juan, Puerto Rico, pero en su Camagüey natal se hizo una gran colecta pública para comprarle una casa a sus padres y fue tan grande la connotación que las autoridades no solo le restituyeron en Obras Públicas, sino que decidieron nombrarlo inspector, con aumento salarial incluido.
Al triunfo revolucionario cesaron sus penurias, y por años se dedicó a la captación de talentos en su provincia natal.
El 22 de junio de 1982 dejó de existir en Camagüey, cuando había sido seleccionado para encender la antorcha de los Juegos Centrocaribes de La Habana, pero dos décadas después no se olvidan sus hazañas, por las cuales resultó elegido entre los 100 mejores deportistas cubanos del Siglo XX y una Sala Polivalente de su provincia natal lleva su nombre.
Además, fue exaltado al Salón de la Fama  de la Confederación Centroamericana y del Caribe de Atletismo.

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